jueves, 25 de septiembre de 2014

Bundesliga: Hinchas en pro del romanticismo

"La cultura futbolística se está muriendo en Leipzig. Nuestro oponente de hoy encarna todo lo que no queremos en el fútbol. Son un producto de marketing impulsado por intereses financieros, los jugadores muestran el signo del euro en sus ojos y con el apoyo de consumidores que han lavado el cerebro a las gradas, han perdido su identidad”. Tal ‘ataque’, tal mensaje y tal crítica lectura sobre el fútbol en Leipzig, se pudo leer en los miles de panfletos que la hinchada del Unión Berlín repartió antes del partido que les enfrentó a ambos hace unas semanas en la Bundesliga 2 (la segunda división del fútbol alemán). Había dos claras razones para hacerlo e incluso tuvieron el permiso de su club (al que de paso, mandaban un dardo directo al corazón para evitar cualquier atisbo de falsedad en su trabajo diario). La primera habla del odio concreto al RB Leipzig (RB=Red Bull), equipo adquirido hace unos años por el magnate de las bebidas energéticas más vendidas del mundo (Dietrich Mateschitz) y que ha ascendido desde las catacumbas del fútbol germano hasta el último paso antes de la élite en base a su gran inversión (este último verano, nada menos que 12 mill€). La segunda, es una lectura mucho más global que está recorriendo Alemania al completo y que aboga por un distanciamiento de sectores balompédicos por sentir que su independencia-identidad está siendo olvidada por los directivos, cada día más ambiciosos en tierra de tal fecundación futbolística.
Una pancarta en el interior del Stadion An der Alten en Berlin (Alte Försterei), anunciaba de manera evidente a todos los espectadores del planeta, las sensaciones que se desprendían desde el interior de una afición: "El fútbol necesita la participación, la lealtad de los trabajadores, graderíos, emoción, juego limpio financiero, tradición, transparencia, pasión, historia e independencia absoluta”, expresaban. El paso final para reflejar su descontento con el giro radical que para ellos está desarrollándose en el fútbol alemán, fue aún mayor. Nada más saltar al césped los equipos, los más de 20.000 hinchas que acudieron a la llamada, aparecían en las gradas vestidos de negro. Y no contentos con panfletos y pancartas, decidieron guardar silencio durante los 15 minutos iniciales del encuentro. Se lanzaron con una cuenta atrás y, cuando éste se culminó, su aliento fue más feroz y potente que nunca, logrando contra pronóstico imponerse a su ‘millonario’ rival (2-1).
Podría parecer un hecho aislado, concreto y personalizado en la figura titubeante que hoy despierta el RB Leipzig, pero más allá de que estas burlas, bromas y críticas les acompañan todo el curso, hay un discurso creciente. El pueblo futbolístico alemán quiere detener el funcionamiento de las grandes empresas en su fútbol y ya ha empezado a mostrarse reacio a la puesta en escena de algunos de sus mandatarios, detestando las ideas excesivamente ambiciosas que releven a un plano secundario cuestiones tan importantes como la identidad y pertenencia a unos colores, a un sello y al funcionamiento correcto de la ciudad conforme a su equipo de fútbol. Cultura, valores y premisas tradicionales que ni el mayor de los espectáculos actuales de Europa (la Bundesliga es el torneo que más ha crecido y desarrollado en los últimos años sus cifras), pueden dejarse a un lado.
Una de las opiniones más potentes en este sentido la dio el técnico del Bochum, Peter Neururer, que reaccionó de manera drástica cuando le hicieron opinar por el modelo del RB Leipzig: "Cuando el fútbol se utiliza principalmente como una unidad de marketing de una marca o de un producto, entonces puedo entender las preocupaciones de los aficionados. Esa manera de ver el fútbol me da ganas de vomitar”, expresó sin dilación, consciente de que parecía hablar en nombre de aficionados de todo el país. El temor de todos ellos radica en que el éxito deportivo-empresarial de ese modelo, acabe siendo el que intenten interpretar el resto de ‘líderes’ del fútbol germano. Un registro que ahuecaría los principios y la mentalidad plena de los clubes alemanes. Y en el corazón fiel y enamorado del tradicional hincha nacional, de nada sirve que hoy en día el Leipzig aparezca ya como principal enemigo de Bayern, Dortmund, Leverkusen y Schalke para pelear por títulos en los próximos años, si es convertido en un “club de plástico” como recalcaba hace días el folleto del Unión Berlín.
Otros grupos de aficionados de todo el país, han recapitulado movimientos y actividades en contra de las decisiones que viene tomando la Bundesliga. Ellos están decepcionados con ciertas prohibiciones de comida-bebida en los estadios, con los precios que van creciendo poco a poco, con la fama mediática de algunos futbolistas y con la sensación de que los palcos de honor se están convirtiendo en un hervidero de negocios generados por el fútbol. Ellos no quieren ese fútbol, pero sí quieren recuperar y mantener ese amor con él. Por ello, en diferentes lugares del país, varios grupos están generando movimientos para defender estos valores. Buscan un nuevo hogar y han perdido la esperanza de reconciliarse con las ideas del que siempre era su club. Curiosamente, una de sus decisiones está siendo acudir a esos estadios de filiales, clubes menores y entidades menos competitivas. Allí, dicen, pueden seguir comiendo bratwurst a dos euros y siguen disfrutando del romanticismo de estadios más coquetos, jugadores más nobles y cifras equilibradas a los tiempos que corren.
Los dos grandes movimientos que defienden estos valores tradicionales y que están creando actividad para hacerse notar, se dan en Hamburgo, Mainz y Hannover. Todos critican lo mismo, la ‘alienación’ del fútbol en sus equipos. Los ‘Hanoverian Ultras’ han comenzado a asistir a los partidos del equipo Sub-23 que milita en la Regionalliga Nord, defendiendo que no hay extranjeros y eso les ayuda a sentirse identificados con su club, así como que pueden seguir disfrutando de la naturalidad que antes desprendí su entidad. En Mainz, se están cayendo tantas ventas de entradas de los miembros que defienden estas causas, que la primera prueba evidente es que en la primera jornada el Coface Arena tenía más de 7.000 asientos vacíos, algo impensable en la Bundesliga (y menos para un equipo que va en clara mejoría año a año). Esa imagen, tachada de “miserables” en la prensa local, es el resultado de la clara lucha abierta entre los aficionados y su directiva, que ha subido los precios de las entradas al tiempo que ha sancionado ciertas de sus actividades. En Hamburgo, el grupo Ultra "Chosen Few" se ha retirado por completo y anunció bajo un comunicado que "no se apoyará al equipo en la próxima temporada y habrá maniobras en pro de nuestro club en el estadio o alrededores”. La desconfianza en los dueños del club se había vuelto demasiado grande después de años de fracasos deportivos estrechamente vinculados a errores garrafales en la organización de la plantilla y de las inversiones realizadas alrededor de ella. Lo más curioso es que ese grupo, "Chosen Few", sí está asistiendo a todos los partidos que disputa el filial, el Hamburger SV III e incluso los más dolidos, han fundado su propio equipo, el HFC Falke, creando una página web donde sus 15 miembros fundadores declaran unidad y guardar sus valores tradicionales.
Todos estos movimientos, grupos y razonamientos futbolísticos en defensa del romanticismo más puro de un fútbol que los abandona paulatinamente, ha superado la mentalidad de muchos enamorados en Alemania. Su desarrollo, sobre todo en los últimos 15 años, ha destrozado a los tradicionalistas. Se han cambiado los nombres de los estadios, se han creado muchos nuevos, se han vendido acciones a políticos que ahora usan el fútbol como plataforma electoral y han logrado un elemento para alienar a sus hinchas en torno a un evento que les convierte en monstruos. Asumir todo esto está llevando tiempo a los más puristas pero cuando el umbral del dolor supere los límites, habremos perdido a muchos futboleros por el camino…

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