jueves, 16 de junio de 2016

La policía usa gas pimienta y detiene a 36 ultras en la noche de Lille

El fútbol no les importa. Es sólo una excusa para desatar el único lenguaje que conocen, la violencia. Es, lamentablemente, un lenguaje tan universal como el propio fútbol, que tiene a la Eurocopa herida de muerte y a Francia en estado de sitio. 
De Marsella a Lille, las escenas de enfrentamientos, dantescas, brutales, se repitieron en las calles de la ciudad alejadas del centro, poco después de un partido plácido en las gradas, entre Rusia y Eslovaquia. Amenazada de expulsión su selección, los ultras rusos decidieron que el estadio no era su sitio, aunque realmente no debería serlo ninguno. Tampoco eligieron como primeros rivales a los 'hooligans', sino a hinchas eslovacos, unidos al 'efecto llamada' de la violencia. 
La jornada se saldó con 36 detenidos según la Prefectura de Nord-Pas de Calais: algunos de ellos son rusos relacionados con actos violentos ocurridos el pasado fin de semana en Marsella) y otros fueron detenidos en un tren procedente de Londres por su "embriaguez pública manifiesta". 
Hasta 16, tuvieron que ser hospitalizadas por heridas.Después del partido de Francia, algunos seguidores galos que lo habían presenciado por televisión tuvieron enfrentamientos con ingleses ebrios también en Lille. En minutos, poco después del partido, se desató una batalla campal inesperada para la policía, puesto que el grueso de los efectivos se encontraba en la plaza del centro de Lille, en torno a la cual había diseñado una 'operación jaula' para controlar a los 'hooligans'. 
Ninguno podía salir. A pesar de la ley seca en la ciudad, los ingleses bebían y bebían. Habían llegado bien aprovisionados de cerveza. También los rusos que quisieron. Uno de ellos, botella en mano, anticipaba lo que iba a pasar junto a la estación de tren: "¡Amamos beber!" Nos vamos a pegar, claro, pero no en el estadio..." 
Reía y reía.Eligieron otro lugar y otro rival. Cuando la policía pudo actuar, utilizó todos los medios a su alcance, incluso mangueras y gas pimienta, hasta que los radicales se marcharon a la carrera, a la espera de otro golpe. Poco después, los agentes no ofrecían información sobre lo sucedido, ni siquiera al personal acreditado. Una vez más, los ultras les habían sorprendido, en esta especie de juego de rol de la violencia. Como la guerrilla, golpea donde menos se espera. 
Las fuerzas del orden sí que han logrado hasta el momento que rusos y británicos no se encuentren en Lille, ciudad situada a 40 kilómetros de Lens, sede en la que Inglaterra y Gales juegan este jueves (15.00). A pesar de que no haya habido enfrentamientos con los rusos, los grupos de hinchas radicales ingleses tuvieron que ser dispersados con gas lacrimógeno por la policía francesa
La noche iba a ser muy larga en Lille, tanto como la siguiente en Lens, donde este jueves juegan Inglaterra y País de Gales. Los 'hooligans', enfrentados a los radicales rusos en Marsella, se mofaban con gestos por la derrota de Rusia contra Eslovaquia. El temor no existe únicamente en el norte del país, también en París, ya que Alemania y Polonia se miden por la noche en Saint Denis, acompañados por grupos radicales considerados muy peligrosos. 
Ultras alemanes y ucranianos ya se enfrentaron en el primer partido.La señal que más puede observarse en Lille y sus aledaños es la que indica la dirección del Paso de Calais. Es un nombre de culto para los apasionados de la historia bélica, porque los servicios secretos aliados hicieron creer a los alemanes que sería el lugar donde se produciría el desembarco clave en el desenlace de la II Guerra Mundial. Hasta allí desplazaron los nazis a sus divisiones, pero el golpe maestro fue en Normandía. 
La custodia del estadio Métropole era propia de un lugar en el que se espera una batalla, pero tampoco era el sitio elegido por los ultras. Las bengalas y los botes de humo fueron el decorado engañoso de un ambiente propio de un picnic en las gradas, con familias rusas y eslovacas que se fotografiaban juntas.
El Paso de Calais es, de nuevo, un lugar estratégico para esta defensa de las hordas por parte de la Europa del balón. La razón es que es por donde llegan numerosos aficionados ingleses. En Calais existe una parada del Eurotunel. De ahí, se desplazan a Lens, pero con parada en Lille. Ese punto es crítico. Ninguna de estas dos ciudades de la región de la Haut France abandonará, pues, el estado de alerta, impuesto por las autoridades hasta el viernes a las 18.00 horas. Ello implica el cierre de las escuelas y la ley seca, aunque, ayer, fue evidente que romperla es una vieja historia.Las estaciones de servicio de la A1, autopista que conecta París con el norte, estaban por la mañana atestadas de familias rusas y eslovacas. 
Todas con niños que saludaban, sonrientes, sobre todo a quienes portaban una acreditación. Ni siquiera un accidente que colapsó la vía durante horas les cambió el semblante. Al llegar a la ciudad y a este coqueto estadio, saludaban a los hinchas eslovacos. Andrei, junto a su hijo, comentaba a unos periodistas que "nosotros somos rusos, pero no tenemos nada que ver con esos radicales".Tanta fraternidad resultaba, por momentos, impostada, como las palabras de un 'speaker' ruso que, enfundado en una bandera, pedía a sus compatriotas que disfrutaran de la fiesta, acompañado de dos bellezas eslavas. Otras dos, vestidas de corto, muy corto, se hacían un 'selfie' junto a un policía, con sus banderitas pintadas en las mejillas. 
Por su sonrisa, se diría que el agente tardará en olvidar el momento.El estadio es el único lugar en el que impera la ley de la UEFA, según ha dejado claro. Pues bien, está claro que por lo que sucedió dentro, Rusia no puede ser expulsada del torneo. El ruido lo pusieron los eslovacos. 
Los aficionados rusos parecían estar en el Bolshoi. El testarazo de Hamsik acabó por hundirlos en la butaca, hasta que Glushakov les dio algo de esperanza, poca. El final del partido no suponía, ni mucho menos, el final del peligro. Al contrario. Es cuando se acaba lo mejor del fútbol y empieza lo peor. En minutos, se desató la ira en las calles, como si hasta ese encuentro de radicales estuviera programado. Los organismos deportivos deciden escudarse en lo jurídico para mirar hacia otro lado si la violencia se desata fuera del estadio. Ya sucedió también en España tras la muerte de Jimmy. 
Ni la Federación, ni la Liga, ni el Atlético. Nadie tenía responsabilidades pese a que el ultra del Deportivo se había desplazado a Madrid por un partido de fútbol. Así será difícil hacer frente a esta lacra que reaparece cuando menos se la espera. Incluso en España se han detectado contactos entre radicales para acudir a Francia para presenciar el partido contra Turquía. El 'efecto llamada' es ahora el peligro.Se apagaron las luces del estadio Métropole pero las sirenas continúan encendidas en Lille. No se apagarán hasta que finalice la Eurocopa. 
Los conatos de enfrentamientos se producen en el lugar más inesperado. Antes de lo sucedido ayer, de lo que no existía parte oficial al cierre de esta edición, habían sido detenidos cuatro ultras, tres rusos y un ucraniano. Dos más fueron interceptados en un control de carreteras. La policía encontró en su vehículo un martillo y un bate de béisbol, armas de una guerrilla que continúa en Francia, a pesar de que las las autoridades francesas retuvieron hasta 43 rusos, aunque todavía no se les ha deportado. 11 de ellos ya han sido liberados. Moscú ha protestado por el trato recibido por sus ciudadanos, incluso ha hablado de provocación a los violentos, y ha lamentado que ello pueda originar un problema diplomático. Para Francia, hoy, existe algo más importante de lo que quiere preservar a sus ciudadanos, mucho más que la diplomacia o el fútbol. Es el miedo.

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