Esta es una historia sobre los Boixos Nois. Corre el año 1986. La Copa de Europa está siendo la competición por excelencia de un Barcelona que venía de ser campeón de liga. El Barça, repleto de grandes jugadores, consigue clasificarse para la final de la máxima competición europea, que se disputará en Sevilla. Pichi Alonso es el héroe de unas semifinales agónicas ante el Goteborg sueco. Su ‘hat-trick’ mantiene vivo a los azulgranas y, en la tanda de penaltis, los chicos de Terry Venables obtienen el pase a la final. Su rival será el Steaua de Bucarest, que disputa su primera final continental tras eliminar al Anderletch belga en semifinales.
Jugar en Sevilla permite al Barcelona desplazar numerosos aficionados. Un padre cualquiera con su hijo acuden al Ramón Sánchez-Pizjuán para ver al equipo de sus amores. En los aledaños del estadio se respira un ambiente puramente barcelonista gracias a la actuación de los Boixos Nois. Animan, se mezclan con la afición del Cádiz y se colocan en el fondo norte del estadio para continuar la fiesta. Es un no parar: banderas, pancartas, cánticos y alguna que otra bengala. Son el jugador número doce, con perdón de Moratalla, durante las más de dos horas que dura la final.
El hijo cualquiera, que apenas tiene doce años, vive con emoción el partido. Culé como su padre y como su abuelo que, desgraciadamente, no ha podido acudir al encuentro. A pesar de la derrota en la tanda de penaltis, el chico se siente más del Barça que ningún otro. Es casi un Boixo más en su viaje de vuelta a casa. Canta y anima a su padre destrozado. La final de Sevilla le marcará de por vida pues esa forma de seguir al equipo, de estar con él, de levantarle cuando más lo necesita es lo que le llena dentro del campo.
Por aquel entonces los Boixos Nois son muy queridos en el Camp Nou, aunque no tanto fuera del mismo. Están formados por varios grupos que juntos acuden al Gol Sud para, de la mano, acompañar a los Schuster, Lineker, Migueli, Urruti y compañía en los noventa minutos de los partidos. Las pancartas y los cánticos son un constante en un estadio caracterizado por el poco ambiente generado por las gradas. El joven, que ahora tiene quince años, quiere formar parte de los ultras. Ser un Boixo le apasiona y está decidido a serlo. Su padre le advierte de quienes son los verdaderos Boixos Nois.
Habían provocado varios incidentes desde su fundación en 1981 hasta 1986, cuando a punto estuvieron de desaparecer. Heysel y los actos de violencia protagonizados provocan grandes controles en las gradas del Camp Nou. Pero, a través de campañas de promoción y merchandising lanzado por los ultras, el grupo hincha comenzaría a recuperar seguidores. Los Ultras Sur, el Frente Atlético y las Brigadas Blanquiazules habían sido objeto de violencia de los Boixos Nois. Protagonizaron peleas y graves momentos de tensión entre ellos. Sin embargo, el chico no escuchó los consejos de su padre y acabó entrando en uno de los grupos más violentos de Boixos Nois: Casuals FCB.
El ‘hooliganismo’ más extremo
Junto con la estética skin, la ideología neonazi y el bulldog como mascota, Casuals saltó a la fama por secuestrar un autobús en La Romareda en 1991. Provocaron ocho heridos. Con el paso del tiempo, la facción más radical de Boixos Nois se convirtió en una mafia. Tráfico de drogas, armas, extorsión y brutales episodios de violencia se encuadran en un historial delictivo que les ha llevado a ante la justicia en varias ocasiones.
Las discotecas barcelonesas temían la llegada de los miembros de Casuals a sus locales. Montaban peleas y altercados que, a la mañana siguiente, se resolvían a través de la extorsión. Los dueños tenían dos opciones: por un lado, pagar cantidades de hasta 30.000€ a los cabecillas del grupo y, por otro, decidir no pagar y asumir las consecuencias. Cabe mencionar que Casuals se divide mediante jerarquías. Encontramos a los ‘minicasuals’ y a los ‘casuals’. Los primeros son hombres de entre 18 y 35 años, considerados la cantera del grupo y los matones callejeros. Los segundos son la élite del grupo, los cabecillas.
Los ultras también robaron a los narcotraficantes del momento. La mercancía obtenida era uno de los negocios más rentables de los radicales. Todas estas operaciones ilegales estaban dirigidas por Ricardo Mateo. Tras contar con cuentas bancarias en Suiza, la justicia española le juzgó y condenó hace casi 10 años.
A día de hoy los Boixos Nois tienen la entrada prohibida al Camp Nou. Desde el Trofeo Joan Gamper de 2003, Laporta decidió que los ultras representaban el peligro, la temeridad y la falta de seguridad para el resto de asistentes al estadio. La decisión, lógicamente, no sentó bien en Gol Sud y el grupo se declaró ‘antilaportista’. Sin embargo, se estima que unos 40 o 50 miembros de Boixos Nois siguen acudiendo al campo, aunque de manera desorganizada. El camino que en el pasado escogieron les ha llevado al más puro anonimato.
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